¿Acostumbrada a ser desgraciada?
Te levantas por la mañana con la pereza de empezar un nuevo día. Te desanimas al pensar en encarar todo lo que tienes por delante. No hay nada frente a ti que te haga ilusión, que te motive a arrojarte de la cama y ponerte en movimiento. No eres feliz, pero ni siquiera lo notas. Te has acostumbrado a ser desgraciada.
¿Te has acostumbrado a ser desgraciada?
No siempre es igual. Hoy estás especialmente hastiada porque ni siquiera has dormido bien. Hay otros días o momentos a lo largo del día en que te espabilas y te olvidas del aburrimiento que llevas encima.
¿Es la vida que esperabas?
No, claro que no. Te habían contado otra historia, esa de la realización personal, de la felicidad, de hacer lo que te gusta… Y te has encontrado con la dura realidad.
Que trabajas 8 horas, por decir algo, moviendo papeles de un lado a otro y con un jefe que te trata displicentemente. Y ¿Para eso estudiaste tanto?
Cuando empezaste tu vida laboral, ya hace unos cuantos años, tenías otra fuerza y también, otra frustración cuando descubriste que lo que podías hacer era muy distinto de lo que tú esperabas. ¿Te has acostumbrado a ser infeliz?
Te resignaste a malvivir
Es verdad que te moviste para buscar otro trabajo, pero entre que no había mucho donde elegir y tu tenías el sueldo fijo, el puesto de trabajo cercano al domicilio y vacaciones pagadas… pues te resignaste a malvivir 5 días a la semana y a soñar con “el por fin viernes” desde el mismo lunes.
Oye, tan malo no es. Y uno no puede vivir continuamente enfadado con la vida. Desde luego que no, en algún momento hay que darse, porque eso es lo que hay.
¿Cómo pude haber vivido así ?
Pero ¿Nunca te pasó que después de haber pegado un cambio, te hayas sorprendido y te hayas preguntado que cómo pudiste haber vivido así tanto tiempo?
Si, como cuando dejaste de fumar, por ejemplo. Y te dijiste: ¡Madre, lo que me he perdido tantos años¡ ¿ Cómo no me daba cuenta yo de lo mal que me encontraba? ¿Cómo podía soportar yo el mal olor de mi ropa?
Y al pensar en que ahora puedes correr sin cansarte, en que notas los olores agradables y te asquea lo mal que huelen los que todavía fuman, que te sientes libre de elegir el sitio donde vas y encima gastas menos, ¿ no te dices : “ Esto es vida”?
Esto es lo que se dice María todos los días desde que rompió con Alejandro. Vale que tuvo que pasarlo mal y que los golpes hay que encajarlos, pero,
¿Y el alivio que sintió después? Aquel hombre todo el día refunfuñando. Nada le valía. Llegó un momento que lo oía en off, pero así también amortiguaba la tristeza que le iba entrando.
Pero, ¿Cómo pudo ella aguantar tanto? Hoy se sorprende.
No sabía que había otra vida. Se había acostumbrado a ser desgraciada
Porque se había habituado a malvivir y lo daba por bueno. Porque la vida ha de seguir y uno se adapta a todo.
La cuestión es la facilidad de adaptación que tiene el ser humano, lo que es magnífico para la supervivencia y para condiciones extremas, pero que en la vida diaria hace que nos resignemos y bajemos la guardia de nuestras expectativas.
Y a fin de cuentas como todo el mundo está igual,-tirando-, pues otro zombi más
Y es que hay gente que es desgraciada sin saberlo. Se han acostumbrado a ser infelices y desconocen que lo son.
Y ¿Antonio? Quien, después de que se hubiera producido aquello que más temía, que le echaran del trabajo con una hipoteca que pagar y un hijo en camino.
Quien,tras pasar un cierto tiempo de rabia, tristeza y casi peor, de incertidumbre, se reinventó laboralmente .
Quien, cada vez que pasa por delante de su antigua empresa, sonríe y piensa “que les den” a las hormigas que siguen encadenadas a un mal sueldo.
¿Lo pasó mal? Fatal. Pero se reinventó exitosamente y la rabia le sirvió de motor para sortear las dificultades de su nuevo camino. Y es que los túneles se atraviesan
¿Te mereció la pena?
No tenía alternativa. No tomé yo la decisión, me hubiera faltado valor, después de todo, no es que me encantase mi trabajo, pero tampoco iba amargado a trabajar.
Mira, a veces no hay mal que por bien no venga. Sin duda que me mereció la pena. El día en que me echaron empezó mi nueva vida. Hubo que pasarlo, eh?, pero con eso ya contaba.
Lo que no sabía es que tenía tanta fortaleza y que había otras oportunidades a mi alrededor que yo no veía. Buf, la de tiempo que perdí.
Las cosas suceden cuando llega su momento. Y, desde luego no se trata de ser kamikaze, pero
¿ y si fuera posible vivir de otra forma?
Si te gusta el artículo te animo a que leas otro llamado se puede cambiar.
Porque todos merecemos una segunda oportunidad.
Y es que no podemos acostumbrarnos a ir penando por la vida. ¿ no tenemos acaso derecho a un poco de felicidad? ¿ a que la vida nos sonría inesperadamente en una esquina y a ser capaz de verlo?
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Me resulta curiosa la sensación que me produce su artíclo. Por momentos me parece que fuera fuera yo quien lo ha escrito con mi pensamiento, pues me siento muy identificado.
Aunque el cambio algunas veces no resulta un éxito, al menos te fuerza el pensar que has tenido el valor de intentarlo.